viernes, 30 de octubre de 2009

TUMBAS LEJANAS


Todo lo que sucedió aquél año fue cierto. La lápida crujió y una sombra púrpura se desvanecía entre las casuarinas a la media noche. Era el alma despierta que buscaba hambrienta donde posar y donde volver a vivir.


Entonces tenía trece años cuando la vida empezaba a develarse. Había perdido mucho y no sabía que iba a seguir perdiendo. Aquella mañana estaba cubierta de una nube gris y la gente risuaña caminaba de una forma herrante. Era un día húmedo que fue aclarando al medio día. Muchos estaban con estacas de madera, otros colgaron ajos en las puertas y otros solo leían los diarios de ese entonces. Una verdadera sentencia de encarcelamiento a nuestra inocencia.


Ya la tarde empezaba a caer y todos los hechiceros cantaban y daban la bienvenida a un ser que vido del otro mundo. A la hora de las brujas, oí claramente a lo lejos gritos de mujeres. Estaba cerca a la playa cuando vi un galeón en sepia. tenía sus velas negras y los tripulantes estaban más muertos que la misma imagen de cualquier santo. Vi todo eso y regresé a casa. Un aire helado me invitó a cerrar las ventanas de mi habitación y el televisor estaba apagado. Una semana antes, en medio de matorrales en un pueblo que tuvo su origen en la maldición de una bruja, caminaba de noche buscando nuevas estrellas. Esa extraña triangulación que vimos despertó nuestro instinto perverso y, cuando me acercaba más a la oscuridad, dos ojos rojos brillantes me llamaban para acercarme a las sombras. Mi instinto me guió hacia la oscuridad y buscar al escondido mas no lo hallé.


Llegada la media noche, un viento helado sacudió los techos, hizo que los periódicos volaran de las puertas y los animales minutos antes se inquietaron.Todos los perros aullaban, los gallos empezaron a cantar y los gorriones volavan desesperados escapando de algo. Aquella noche, a la hora de los muertos, su tumba rechinó y se oían crujir dentro del ataúd. La luz occiló en toda la ciudad que angustiada esperaba su resurrección afuera del cementerio, pero ella no voló hacia ellos, voló a su libertad.


Años después viendo el panteón destruído, me sorprendo al ver que siendo una tumba muy antigua, no se haya destruido. Ella estaba parada con aquella nariz perilada mirando con unos ojos que parecían haber llorado por muchos años la muerte de un hijo. Estaba con un traje negro encima del pabellon de sus muertos.



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